
Era medio día, y en la playa había muy poca gente. Veías más gaviotas que humanos y humanas. Así que ellas estaban tranquilas disfrutando de su arenal, por eso nos fijamos en lo que hacían. Con su pico agarraban una almeja, subían al cielo casi en vertical y la soltaban en el aire, bajaban y comían el interior del molusco, el impacto con el suelo conseguía abrir la concha. Varios minutos duró esa danza de gaviotas y mejillones, fue fascinante. Desde entonces procuro poner más atención a las aves.
La semana pasada, era viernes y lavaba los platos en el fregadero, cuando en el escampado de enfrente, veía cómo una gaviota lloraba, mientras intentaba volar y chocaba con los muros perimetrales de los edificios, que encerraban al terreno baldío. Era una gaviota polluela que probablemente en algún ensayo de vuelo, dejó el nido y ya no pudo volver. Pensé en bajar cuando la ciudad estuviera más tranquila, para ayudarla y así evitar que la atropellasen, pues he visto en otras ocasiones, cómo los coches pasan por encima de la gaviotas que están aprendiendo a volar.
Bajé e intenté abrir la puerta del vallado de la parte frontal del terreno, y que era la única salida que podía tener la gaviota, en vista de que con sus alas no podía volar a suficiente altura para sobrepasarla. Pues no lo conseguí, intenté forzar la puerta para hacer una abertura para que pudiera pasar, pero el candado y las cadenas que tenían me lo impedían. Ya era de noche. Así que llamé a protección civil, por si ellos podían hacer algo. Vinieron, vieron la cadena y el candado y se fueron. Entonces le llevé comida, para que por lo menos no muriera de inanición.
Lloró un poco por la noche. Pero supongo que las gaviotas en la oscuridad también intentan dormir. Al ser fin de semana, los dueños del terreno, estaban o se hacían ilocalizables. Así que la opción de que abrieran, la descarté. Era sábado, volví a darle de comer, pensé que si comía y practicaba el vuelo, podría salir por ella misma. No fue así.
El domingo, bajamos a ver cómo estaba, le bajé comida humedecida en agua, por si estuviera deshidratada, ya estaba cansada, había llorado mucho, incluso sus familiares habían estado llamándola. No le hacía caso a la comida, supongo que ya no podía más. Entonces le hablé a cuantos teléfonos se me ocurrieron: al centro de rehabilitación de fauna de Pontevedra, que accedieron a cuidarla, pero antes protección civil debía rescatarla, los de protección civil accedieron a rescatarla, pero antes la policía local debía autorizarles entrar en un propiedad particular, la policía local dijo que no podía hacer eso.
El lunes el polluelo de gaviota ya había muerto.
Desde entonces su cadáver está a menos de un metro de esa puerta que no pudimos abrir.
Augusto Metztli.
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