
Este año hay menos balcones decorados con luces navideñas en mi barrio. Una estrella roja parpadeante con destellos blancos, tres noeles barrigones subiendo por una cuerda con diminutas luces azules, una tira de leds blancos enrollada en una baranda. Poco más. El día de Navidad, los contenedores de la esquina amanecieron cerrados, sin cartones o trozos de papel de regalo alrededor. Sería hasta bonito pensar que los vecinos del barrio están más concienciados con el medioambiente y ahora hacen un consumo de electricidad más sensato, reciclan más y mejor, compran menos cosas inútiles para regalar, utilizan menos el coche para desplazamientos innecesarios. Pero la realidad es otra: no hay pasta.
El año termina, al fin. Para algunos habrá sido un buen año, uno más; para otros, sin duda, habrá sido pésimo. En cualquier caso, tengo la impresión de que la angustia y la incertidumbre generadas por la situación económica, la crisis energética y de suministros, la crispación política y el miedo al colapso azuzado por los jinetes del apocalipsis desde las tribunas, las televisiones y las redes sociales, ha ido en aumento. Parece como si todo estuviera a punto de irse al carajo en cualquier momento, no sabemos cuál será el detonante ni cómo comenzará la hecatombe, pero estamos a la espera, en alerta.
Pase lo que pase, no nos queda más remedio que confluir, tender puentes, escucharnos, entendernos. Hagámoslo.
¡Salud! 1. f. Estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones. 2. f. Condición física y psíquica en que se encuentra un organismo en un momento determinado.
Fernando Prado.
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confluir, tender puentes, escucharnos, entendernos. Hagámoslo.
Sin dudarlo!
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Sí, así es. Gracias por comentar. Saludos!!
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