
Vivimos en una época en la que las palabras se utilizan de cualquier manera y su significado se moldea, al igual que, por ejemplo, la religión católica, a las necesidades de cada uno. Faltaría más, para eso están. Que cada uno se explique como necesite, se exprese como sienta, diga lo que piense y crea en lo que le apetezca.
Aparecen últimamente individuos de la idealizada Movida de los ochenta lamentándose de que en la actualidad hay menos libertad que en otros tiempos. Es una lástima que estos personajes se pronuncien de esta manera. Nunca fui devoto de la Movida porque -salvo por algunas escasas y dudosas excepciones- aquel fenómeno consistió básicamente en el desmadre de un montón de pijos reprimidos que encontraron la forma de hacer lo que les apetecía sin tener que rendir cuentas, sin miedo, y se comieron el mundo sencillamente porque pudieron. Enhorabuena. Ser pioneros siempre otorga ciertas ventajas.
Lo peor es que este discurso trasciende de los platós televisivos y se reproduce en el andén del metro, en el comedor del trabajo, en la barra del bar, en la consulta del médico. Desconozco la vida que llevan las divas y divos de aquellos años ni las necesidades que tienen para vender titulares, pero me resulta patético y hasta ofensivo. Estos dueños y señores de la cultura pop que se erigieron entonces como los defensores de las aspiraciones del proletariado a través de una rebeldía de niño malcriado nos vienen a hablar de libertad. ¿En serio?
Libertad es acostarse sin que el gusano de la ansiedad te devore la boca del estómago; libertad es enviar al capullo de tu jefe a tomar por culo sin temor a perder el empleo; libertad es encender la calefacción en invierno o comer pescado al menos una vez por semana; libertad es deciros a vosotros, los conspiranoicos acomodados en un ático soleado, que os den; libertad es morrearte en la calle y en plena hora punta con quien te apetezca; libertad es amar a quien quieras sin que te juzguen; libertad es llamarte Valeria y tener polla. Libertad sería vivir en un mundo sin fronteras en el que ninguna persona fuera ilegal.
El mundo no es lo que era, nunca lo será. Lo siento por los nostálgicos y defensores del “todo tiempo pasado fue mejor”. Y una mierda. Como sociedad hemos avanzado mucho en derechos y libertades y, aunque aún quede mucho por hacer, lo que no podemos permitir bajo ningún concepto es que nos arrebaten esos logros ni que unos cuantos personajillos decadentes nos vendan chorradas.
Hay quienes deseamos vivir en un mundo más justo, lejos del ruido, del humo, de la violencia, de la mentira, de la miseria. Hay quienes seguiremos buscándolo con la casa a cuestas.
Fernando Prado.
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