Primavera

Ahora que los días son más largos, las temperaturas más suaves y el polen se posa sobre todas las superficies y se cuela por nuestras fosas nasales, comienza a notarse cierta efervescencia. La primavera, dicen, lo altera todo. Esa especie de renacimiento, de despertar del letargo invernal que se produce en la naturaleza debería afectarnos pues, aunque lo hayamos olvidado, somos seres vivos y formamos parte de un ecosistema.

Más allá de las alergias y de la astenia primaveral lo que se percibe es un desánimo generalizado, una apatía y un desinterés por lo que ocurre a nuestro alrededor. Estamos cansados, hartos de todo y de todos. Sin embargo, nos las arreglamos para mantener las esperanzas de cambio.

El canto del mirlo al amanecer activa el resorte para levantarse de una cama revuelta después de una noche de insomnio, el prodigioso regreso de las golondrinas y el estallido de la floración a pesar de la sequía nos recuerda que la vida continúa aunque las circunstancias sean adversas. Cuando finalmente regreses a la playa y camines sobre la arena con los pies descalzos déjate acariciar por la brisa marina, conserva la sal pegada a la piel después del baño todo el tiempo posible, no tengas prisa por ocultarte del sol, abandónate a los pequeños y esenciales placeres antes de que sea demasiado tarde.

Fernando Prado.

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