
Una mañana cualquiera, después del desayuno, sales a pasear. Amanece. Una luz naranja baña el mundo, ese lugar tan pequeño que es, a su vez, millones de mundos. Caminas sobre la hierba húmeda y entre la niebla que se desvanece. No puedes recordar cuándo fue la última vez que soñaste, que te ilusionaste; debió ser hace mucho. Qué tiempos aquellos en los que vivías en las nubes. Ahora, la única realidad que se impone es la del cuerpo, un cuerpo con tendencias a la disgregación, así que es habitual que cada parte vaya a su bola. Al principio te asustabas, la falta de control y dominio sobre tu propio cuerpo te desquiciaba, pero ya no te parece tan mala idea. Porque a pesar del caótico despliegue de miembros y partes que se produce a menudo existen aun vínculos, conexiones, sinergias y en los momentos importantes vuelves a ser un cuerpo. Nada más que eso. Y todo eso.
A la izquierda le pasa un poco lo mismo. Sólo falta saber si llegado el momento serán la nada y el todo.
Fernando Prado.
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