Tomás Fole se va, ya no será nuestro alcalde. Con él, también se va el peor equipo de gobierno de la joven democracia. Con todos ellos, y por consecuencia, se va el mafioso de Louzán de la Diputación de Pontevedra, y así desaparecerán cientos de puestos de trabajo fantasma con los que compraba a sus vasallos. Es decir, que habrá muchos militantes del Partido Popular anotados en la lista del paro.
Estamos ilusionados, no tanto por los que vienen (con excepciones), más bien por los que ya no estarán.
Fole cometió dos grandes errores: «No escuchar a los vecinos» y exhalar «sobrada chulería y prepotencia». Eso le costó la alcaldía.
Los árboles que cortaron ya no crecerán, son irreparables. Pero hay otras tantas cosas que sí se podrán enmendar y ejemplarizar: Como ajustar el salario del alcalde y su equipo de gobierno (sería magnifico que aquí también se lo redujeran, mandando así un mensaje de solidaridad); no aceptar a más circos con animales en Vilagarcía; cero subvenciones a la iglesia católica, no más procesiones encabezadas por el alcalde y acompañado de concejalas con mantillas; menos botellón, y en cambio, dar todo el apoyo a la cultura local y de base; absoluta disposición a escuchar, recibir a l@s vecin@s y ser resolutivo; cambiar el criterio del asfalto, baldosa y columpio de plástico, por el de más verde por abajo y por arriba. Y lo más importante: una ciudad en la que podamos participar tod@s.
Napoleón se encaprichó con un obelisco egipcio, incitando a cambiarlo de sitio, hasta su lejano París. El megalómano ex-alcalde Tomás Fole, no podía ser menos, y antes de irse, se llevó el de Vilagarcía a otro sitio, más cerca de su casa.
Hace tiempo escribí esto: «Cuando Tomás en unos meses se largue de su puesto de alcalde, como penitencia (que es católico) se tendrá que ir, agachado y con la cabeza dentro de una caja de cartón fabricada en Lantero». Y que no vuelva. Porque no le extrañaremos.
Augusto Metztli.