Cuando un humano violento, necio, prepotente, machista, autoritario e imbécil, quiere cambiar los acontecimientos de su entorno que le disgustan, que lo acomplejan o que en su inmensa estupidez no entiende, utiliza la violencia. Siempre ha sido así.

La misma mano de Franco que ordenó y ejecutó tantas muertes, es la misma que utilizaba en el saludo fascista impuesto a su España dominada.

Por eso cuando Mariano Rajoy Brey, el gran tonto (el gran inmóvil, el gran solapador de ladrones, corruptos, machistas y matones) vio que su niño se salía de tono haciendo un comentario atrevido para su esquema de hipocresía social, le dio dos collejas mientras ponía esa mueca deforme de aquel que es tan malvado como tonto. Se comportó igual que un dictador, como sus admirados Franco o Hitler. El escenario de la esperpéntica colleja era un bélico medio de comunicación como la COPE, narrando lo que hacían otros no menos mafiosos: los futbolistas de las ligas profesionales. El dilema de si golpear o no al prójimo o a la prójima, para modificar su comportamiento según los esquemas mental y social del golpeador o golpeadora, no indagaré en él, aunque evidentemente, me opongo.

Rajoy es igual que Franco, igual que Fraga, igual que Cañete, igual que Hernando, con la única diferencia del nivel de violencia que socialmente pueden ejercer sin ser cuestionados, o encerrados en una prisión, los dos primeros pudieron matar a más de 100.000 personas, los otros no, solo violentan y matan los espíritus de quienes les rodean.

Todos violentos, todos acomplejados, todos malos, todos del PP, todos dando collejas para silenciar ese mundo que no entienden.

Apenas unas décadas de diferencia entre un saludo fascista a las collejas de Rajoy, pero en lo profundo son la misma cosa.

Augusto Metztli.

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