El próximo domingo 26 de junio, millones de ciudadanos estamos llamados a acudir a las urnas a depositar nuestro voto una vez más. Se trata de poner remedio a un histórico desacuerdo, un cachondeo que ya cansa y aburre y, lo que es peor, provoca hastío y escepticismo.

La campaña, que empezó inmediatamente después de las elecciones del 20 de diciembre, ha sido lo más parecido a una pelea de hienas hambrientas por un trozo de carroña. La variedad cromática es escasa. Pasamos del inmovilismo del Partido Popular, con un Mariano Rajoy en proceso de momificación, a la hiperactividad de Ciutadans y su neofascismo 2.0; vemos una convergencia de fuerzas de izquierda acusadas de comunistas, radicales y chavistas, y a un PSOE que cae irremediablemente pero que sin embargo, no sabemos cómo, se las arregla para no pincharse.

Aún con la resaca del solsticio de verano, el tufillo a pólvora quemada y las cenizas de las hogueras flotando por todas partes, ejerceremos nuestro democrático derecho metiendo un sobre con una papeleta en una urna.

Fernando Prado.

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