David Cameron impulsa un referéndum para consultar a los británicos si Reino Unido debe permanecer como miembro de la Unión Europea o abandonarla. Gana el Brexit -la salida- por 51,9%. Inmediatamente después de conocerse los resultados la libra cae a niveles de 1985, las bolsas se desploman -el Ibex 35 pierde un 12,35%, la peor caída de su historia-, los líderes europeos le dicen a los británicos que espabilen y se vayan cuanto antes, médicos y científicos se muestran preocupados por el futuro de sus investigaciones en gran medida dependientes de los fondos europeos, los jóvenes se despiertan con su futuro hipotecado, David Cameron anuncia su dimisión -”los británicos han decidido claramente tomar otro camino, y por ello creo que el país necesita un nuevo liderazgo para ir en esa dirección”-; pocas horas después de saberse los resultados se registran más de dos millones de firmas ante el Parlamento británico para que se celebre otro referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea.
Todo el mundo se pregunta qué pasará ahora, hasta qué punto el Brexit afectará a la economía mundial, si Reino Unido optará por una salida absoluta de la UE o aplicará el modelo noruego. Lo que está claro es que el proyecto europeo nunca había estado tan debilitado como ahora. Europa podría verse afectada por una sucesión de referéndums similares al británico. Los líderes de la extrema derecha -la francesa Marine Le Pen o el holandés Geert Wilders, por ejemplo- tienen una excelente oportunidad para magnificar su discurso eurófobo y nacionalista. Pero uno de los aspectos más preocupantes -y que posiblemente fue determinante a la hora de tomar la decisión para muchos británicos- es que millones de ciudadanos en Eslovaquia, Alemania, Hungría, Italia o España -no sólo en Reino Unido- temen que su “estado de bienestar” pueda verse mermado significativamente por el que viene de afuera, el diferente, y no están dispuestos a compartir su riqueza. A nivel político esto ha quedado demostrado con la pésima gestión que ha hecho -y está haciendo- la UE de la llamada crísis de los refugiados -por cierto, el trabajo de Javier Baeluz es imprescindible-.
La cáscara se ha roto.
Fernando Prado.
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