En ningún sitio de los que he vivido, he visto casi a diario cómo las nubes abrazan y juegan  con las montañas, suben y bajan, las envuelven, se peinan y se rascan mutuamente. Para mí, Tepic es la ciudad de la felicidad, me hace feliz estar ahí, será por su aroma a azúcar de caña, su intenso calor, sus aceras estrechas, sus reverberantes cielos, los cinco pueblos que la habitan, y amigxs que aprecio mucho. Tepic es vibrante, emocionante. Me gustaba caminar por la ciudad de noche, de manga corta, eso es importante, siempre puedes ir de manga corta. Me gustaba oler la noche fresca, ver las luces de las plazas y de los edificios, y a los boleros de zapatos (había uno de ellos que se parecía a Compay Segundo). Disfrutaba ir a cenar alguna cosa deliciosa de esas que venden en cada esquina o tomar un café nayarita en la Luna.

Tepic es la capital de Nayarit y el 5 de febrero cumplió 100 años de ser un Estado libre y soberano. Muy cerca de Tepic hay tantos sitios mágicos. Desde la sierra hasta el mar, desde Jala hasta San Blas, se percibe el hechizo de las montañas de obsidiana, de las aves y de los cocodrilos del estero, del fuego de la caña de azúcar, de las nubes y su bailoteo, de las noches estrelladas en medio de la nada…

Nayarit a pesar de cumplir 100 años oficiales, es una tierra milenaria, a la que siempre hay que volver, incluso si nos topamos con fantasmas como en Viaje a Ixtlán de Carlos Castaneda…

Augusto Metztli.

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