Puede que muchos de vosotros no sepáis que paralelamente al Tour de Francia se celebra la carrera por etapas más importante del circuito femenino. Las mejores ciclistas del mundo compiten durante una semana en el Giro, una prueba también conocida como el Giro Rosa. He aquí un elemento sexista que relaciona o asocia directamente el color rosa con la mujer y lo femenino. Pero la cosa no se queda ahí, dicha competición apenas tiene cobertura mediática más allá de las fronteras italianas. Y si, además, nos fijamos en los premios nos encontramos con que el ganador del Giro masculino celebrado el pasado mes de mayo se embolsó la cantidad de 115.638 euros, una suma estratosférica si se compara con los 1.130 euros que se llevará la ciclista que gane el Giro femenino.

Es posible que a la gran mayoría de la población no le interese lo más mínimo el deporte femenino -a no ser, claro, que se trate de volley playa-, que los medios de comunicación apenas informen de los logros obtenidos por las deportistas, que las televisiones casi no transmitan pruebas deportivas femeninas, pero lo que es aún peor es que desde las federaciones internacionales no se luche arduamente para que esto cambie, para que haya paridad e igualdad, para que los premios sean idénticos independientemente del género. Es imprescindible que el deporte femenino consiga mayor visibilidad y que no continúe relegado a la frontera de lo invisible.

Fernando Prado.

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