Emiliano Zapata fue educado por las matriarcas de su pueblo, por las guardianas del conocimiento, que le enseñaron los saberes para ser nahual. Hay muchas historias sobre él, que en términos actuales lo colocarían en una posición de aliado feminista. Su asesor de máxima confianza era homosexual, la subcomandante de su ejército quedó relevando a su marido cuando ella enviudó, los ejércitos de Zapata eran los que más mujeres tenían al frente. Se trataban de igual a igual. Incluso hay quien afirma que Zapata de joven se «revolcó en las caballerizas con otro hombre».

Zapata sabía que la tierra no era del hombre, sino el hombre de la tierra. Era un humano consciente de su lugar en el mundo, conocía la tierra, las plantas y a los animales, tenía una sensibilidad especial.

Dicen que era severo y violento con la homosexualidad, incluso represivo. Pero yo creo que era una proyección y una forma de evadirse.

Era un revolucionario distinto. Por eso me parece tan acertado el retrato que le hizo Fabián, para la exposición en el Palacio de Bellas Artes.

El zapatismo  siempre usó como lema: “Reforma, justicia y ley”. Es de justicia amar a quién se quiera amar.

Texto: Augusto Metztli.

Ilustración: Marthazul y Augusto Metztli.

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