Ha llegado un punto en el que cualquier noticia sobre Venezuela se me atraganta brevemente y luego se digiere sin dejar rastro. He descubierto que me mantengo a la expectativa, deseando que ocurra algo trascendental que acabe cambiando el panorama político de una vez por todas y que el país comience a recuperarse en todos los sentidos, si es que eso es posible. Sinceramente, no albergo demasiadas esperanzas porque el deterioro es prácticamente total, la ruina económica y social es absoluta.

Lo que se vivió el pasado domingo 5 de enero en la Asamblea Nacional no ha sido más que otro episodio lamentable, un patético espectáculo de machos en un Parlamento que se ha convertido en un gallinero.

Mientras tanto, los venezolanos continúan emigrando -los que pueden-, sobreviviendo a todo tipo de carencias y calamidades en un estado de violencia y precariedad permanente, atrapados en una espera interminable.

Fernando Prado.

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