Guaidó se autoproclama presidente interino de Venezuela en la calle. Posteriormente, se ve involucrado en la liberación de Leopoldo López y ambos protagonizan una especie de golpe de estado muy cutre que no cuaja. El 7 de enero es reelegido presidente del Parlamento en una sesión improvisada celebrada en la sede de un periódico y en la que solo participaron los diputados de la oposición; el día siguiente, 8 de enero, Guaidó y varios diputados entran por la fuerza en el Palacio Legislativo, cuyo acceso estaba bloqueado por la Guardia Nacional. Previamente, Luis Parra había sido elegido presidente por los diputados oficialistas en una sesión de dudosa validez. Guaidó, de gira internacional, hizo parada en Madrid el sábado 25 de enero; recibió la Llave de Oro de la ciudad y la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid. Fue recibido en nombre del Gobierno de España por la Ministra de Exteriores, Arancha González Laya. PP, Ciudadanos y Vox criticaron duramente que no fuera el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien recibiera a Juan Guaidó.

Entiendo que no podamos ser objetivos, que la vorágine de acontecimientos nos nuble la vista, que la palabrería de unos y otros se acabe filtrando en nuestro sentido común y nos impida llamar a las cosas por su nombre, que permitamos que el contenido de las palabras se vacíe hasta escaparse por el sumidero. Ahora cualquier forma de gobierno es una democracia o una dictadura, lo mismo se es neoliberal que comunista, se puede ser progresista por la mañana y fascista por la tarde. Vivimos inexplicablemente en una era de desconcierto y desinformación. El canibalismo consiste ahora en devorar la cordura y las esperanzas de las personas.

Nos guste o no, Guaidó no es presidente de Venezuela. Si me preguntan, yo no quiero que lo sea; no así, no después de todo lo que ha ocurrido. La oposición venezolana tiene la oportunidad histórica de llegar a un consenso, de pactar, de acordar, de unirse sólidamente en un objetivo común que debería ser el de conseguir que Maduro se vaya; pero debe hacerse democrática y transparentemente, no de manera infantil y caprichosa, no como machos trasnochados que agitan fantasmas en la llanura desierta.

Elevarse por encima de todo y de todos para pronunciar “yo soy”. Ese no es el camino.

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