Siempre me he sentido fascinado por el concepto de viaje. Trasladarse de un lugar a otro ya sea por tierra, mar o aire es uno de los actos más revolucionarios que el ser humano puede hacer, no solo porque el movimiento ya de por sí requiere un esfuerzo, sino también, entre otras muchísimas razones, porque para llevar a cabo ese movimiento necesitamos previamente pensar, evaluar, planificar, organizar.

El viaje empieza con un sueño, y el sueño se origina en muchas ocasiones por la necesidad o por la inquietud y el inconformismo. Ya sea con la intención de mejorar nuestras condiciones de vida o para aumentar nuestro conocimiento y nuestra conciencia sobre el planeta en el que habitamos, el ser humano no ha renunciado jamás a mantenerse en movimiento. Al fin y al cabo es lo que nos ha mantenido vivos a lo largo de los siglos.

Eso es precisamente lo que hacen miles y miles de refugiados en un viaje eterno hacia una Europa que no los quiere, que los confina, que los maltrata, que los reprime, que los deporta y que se lava constantemente las manos ante un problema que hace ya demasiado tiempo está llamando a la puerta desesperadamente.

Llegar. Detenerse y descansar. Despertar y empezar una nueva vida.

Fernando Prado.

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