Aquí en Galicia, no sueles escuchar la palabra «barranca», en su lugar utilizan la palabra cañón o acantilado. Tampoco utilizan la palabra «cerro» o «montaña», le llaman monte de manera genérica. Echo de menos escucharlas, porque para mí, las palabras cerro y barranca además de describir protuberancias geográficas, esconden un sentido mágico. El cerro de La Cruz, el de San Juan o el de Sangangüey y su velo de nubes en Tepic, los consideraba amigos que hablaban del clima, del paso del tiempo, de brujas y chamanes. Eran cobijo y guía.
La barranca de Huentitán en Guadalajara, es el fin de la Calzada Independencia, no hay más tierra por donde seguir, ahí encuentras un mirador, un parque, y justo al lado en el borde, la facultad de arquitectura donde estudié. Dicen que el aire de la ciudad, da vuelta ahí, es como una turbina natural. Al llegar a las siete de la mañana, la neblina cubría los edificios, desparramaba las luces de las farolas, se colaba entre los pasillos, escuchabas a las ranas y a los grillos que paseaban por las escaleras, olía a hierba y flor, apetecía aprender arquitectura, en ese sitio lleno de naturaleza y magia. A veces desde la ventana de alguna de las aulas, era común ver a un pequeño petirrojo subido a un cactus, junto a una roca y con la barranca de fondo, era magnifico, era muy inspirador. No íbamos a una escuela, íbamos a la barranca, todo giraba alrededor de ella, por lo menos para mí. Muchas veces me sentaba en la orilla, y miraba cómo culebreaba el río del fondo, le pedía deseos que escribía sobre las piedras. Me los concedió.
Cuando tenía catorce años, vi y escuché en Telehit, una canción muy rara, hablaba de alacranes, de muerte, de amor, de elegir, de bailar, de la quebrada de Acapulco, del mar… Se llamaban, llaman «La Barranca». Me pedí el disco, además su portada e interior eran deliciosas ilustraciones hechas en arte digital, que por esas fechas casi seguro que las diseñaron con el paint de windows. El disco se llama «El fuego de la noche», era brutal, poderoso, diferente a cualquier cosa que hubiera escuchado, rock puro y duro mexicano, deprimente, desolador pero profundamente digno. El nombre de «La Barranca» lo decidieron al terminar de grabar el disco, consideraron que les representaba la canción con ese título. La voz de José Manuel Aguilera es desgarradora pero llena de ternura. «No hay manera de huir de aquí, nadie puede salir de la barranca… Es necesario saber soñar para sobrevivir en la barranca…».
Desde entonces y hasta ahora, los escucho de manera casi obsesiva, no tengo toda su discografía pero sí la conozco, yo creo que se bebieron todos los cerros, las nubes, los caminos, los cielos, la lluvia, el fuego, las barrancas, los insectos, los reptiles, los chamanes, las brujas, el mezcal, la tristeza, los petirrojos, los cactus, la melancolía, las máquinas y las ciudades de México entero y las hicieron música. Sin duda es mi banda favorita y han publicado un nuevo disco: «Fragor».
Augusto Metztli.
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Un comentario en “Nadie puede salir de la Barranca”