Echarle la culpa de todos «nuestros males» a un número, por ejemplo al año 2020, es muy cómodo. Responsabilizar a una vuelta espacial alrededor del sol, y asumir que al comenzar la siguiente vuelta con el número 2021, todas las tragedias se diluirán, es absurdo e irresponsable. La pandemia del Covid que comenzó en 2019, como consecuencia de nuestra voracidad, ambición y maltrato a la naturaleza y a los animales, no tiene que ver con el tiempo, es una cuestión de absoluta inconciencia terrenal.

El año acabará y todo seguirá más o menos igual.

Por eso quemar calendarios del 2020, adelantar el fin del año, o decir que es el peor año de la historia, es evadir nuestra responsabilidad como terrícolas.

Lo que sí es temporal, son los nueve puntos de no retorno que están activos ahora, que son la prueba del cambio climático y las consecuencias a las que nos enfrentaremos de no cambiar radicalmente nuestros hábitos: El hielo marino del Ártico, el permafrost o capa del suelo permanentemente congelada, el sistema de circulación de corrientes del Atlántico, la selva amazónica, los corales de aguas cálidas, el hielo en el oeste de la Antártica y en partes del este del mismo continente.

El 2020 no es el peor año de la historia, nosotros sí somos los peores habitantes de la historia del planeta Tierra.

Feliz y próspero 2021, se dice ¿no?

Augusto Metztli.

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