Para Reig Pla el actual gobierno está convirtiendo España en un “campo de exterminio”, literalmente. Que el obispo se pronuncie de esta manera no es motivo de sorpresa, sigue su línea, tan avant gard del retroceso futurista, una corriente totalitaria que si consiguiera imponerse -este es el verbo adecuado, imponer- nos llevaría de vuelta a la quema de brujas, a la oscuridad de la caverna, y a ahogarnos en la apestosa sopa de los miedos primigenios. Tiempo al tiempo.

Se aprueba la ley de eutanasia -al fin- y se pone en funcionamiento un campo de exterminio de 505.944 kilómetros cuadrados, un territorio de muerte y degradación del ser humano, una pocilga en manos de herejes, depravados, violentos y sanguinarios carniceros, segadores de vidas inocentes.

Yo elevaría a Reig Pla a la categoría de icono pop -una cosa desprovista de contenido-, lo pondría en el mismo pedestal que a algunos artistas de la dichosa movida de los ochenta, aquella época en la se vivía libremente y en armonía con los principios y las leyes divinas que todo dios se pasa por el forro e interpreta a su manera con tal de conciliar el sueño y evitar que la angustia existencial, ese gusano que nos devora diligentemente, nos gane la partida. Cada uno que se engañe como quiera o como pueda.

El sufrimiento, que para muchos es atroz, es algo inadmisible e inmoral. La ley de eutanasia es un triunfo, no puede verse de otra manera, porque morir, en ocasiones, no es fácil ni breve. La muerte, al igual que la vida, debe ser un derecho.

Fernando Prado.

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