
En el stand de la Universidad de Guadalajara en la FIL, solías encontrar libros a precios muy accesibles, por lo que era de mis visitas imprescindibles. Ahí, hace casi veinte años, compré una novela policiaca de Paco Ignacio Taibo II, titulada: «Sintiendo que el campo de batalla», la protagonista es una joven llamada Olga Lavanderos, es periodista en la sección de sucesos, en el «Capital», un periódico ficticio. Me encantó el libro, ella es ingeniosa, valiente, intuitiva, honesta e íntegra, se mete en muchos líos para poder contar la realidad, peligra su vida, debe defenderse del crimen, de políticos, de policías y de funcionarios corruptos.
A pesar de que entonces, tenía muchos amigos y amigas periodistas, que trabajaban en periódicos locales, no había percibido que su oficio fuera peligroso, para mí era una actividad más. En ocasiones tomando café, me decían: «Tengo que irme que el gobernador va a no sé dónde y debo cubrir la noticia». Y cosas por el estilo, un agenda muy apretada, a veces con idas y venidas intempestivas, pero nunca imaginé que peligrara su salud, su integridad física o incluso su vida. Leer el libro de Paco Ignacio Taibo II, me hizo darme cuenta de esa posibilidad.
Aquí cerca del estudio, a unos cuantos edificios, tiene la redacción «El Diario de Arousa». Cuando paso por ahí, de ida o de vuelta, a veces hay una periodista recargada en una de las columnas de la entrada del edificio, donde se encuentra su periódico. Con una mano sostiene un cigarro y con la otra, hojas impresas, supongo que con lo recién escrito. Es decir, ella baja un momento de su oficina a fumarse un cigarro, y aprovecha el tiempo para seguir trabajando. Mira esas hojas con mucha atención, como repasando cosas en su mente, se le ve la pasión por el oficio. Me resulta fascinante y me conmueve su labor de narrar así, lo que sucede aquí cerca, lo cotidiano. Pero al verla, no dejo de pensar, que su profesión en otra geografía sería muy peligrosa.
Por eso no entiendo cómo es posible, que habiendo profesionales como mi vecina, o mis amigos periodistas, o esas decenas de redactoras, fotógrafas y demás colegas del gremio, asesinados en México en el último año, gente como Ferreras o Inda, dediquen su tiempo y su «poder de opinión», a difundir bulos y noticias fabricadas, con la intención de perjudicar a una opción política. No entiendo, que el jefe de un medio de comunicaciones como Antena 3, mande por encargo, inventarse o decir medias verdades para difamar a cargos públicos que no le gustan o con los que difiere.
Es legítimo tener una línea editorial, pero no una fábrica de calumnias. El periodismo es una profesión preciosa, esencial para la sociedad, y para la salud de la democracia de un país. Por respeto a los y las muertas haciendo periodismo, por respeto a mi vecina, la narradora de a pie de calle y por todas las «Olgas Lavanderos» que trabajan en los periódicos, es imprescindible, contar la verdad y si no estás seguro de que lo es…
Silencio y hoja en blanco.
Augusto Metztli.
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