
Cuando volvía de la escuela donde me preparaban para los exámenes del bachillerato abierto en Puebla, lo hacía por la calle Reforma, al llegar a la 3 sur daba vuelta, casi en la esquina, estaba (aún está) la panadería de «La Flor» donde hacen las conchas más ricas que haya comido en México. Entraba y compraba el pan que me permitía mi escaso presupuesto. Me iba a casa de mi abuela Meche, y las comíamos mientras bebíamos nescafé.
«La concha» es mi pan favorito, en México lo encuentras en cualquier panadería y en cualquier momento. Pero aquí no, buscando alternativas para volver a comerlo, encontré la receta en internet, y se la mostré a mi suegra que es muy buena cocinera y repostera. Ella me explicó que es una elaboración compleja, y que no se sentía segura para hacerla. La concha es uno de los panes que surgieron de la repostería francesa que llegó a México hace dos siglos, fue a partir del brioche, gracias al sincretismo y a los hábitos de los y las mexicanas que surgieron toda clase de panes nuevos.
La concha es suave pero consistente, en la parte superior tiene como una cascarilla azucarada que es casi crujiente, y se deshace en la boca al morderla, es un pan dulce, pero hay variantes saladas o rellenas, según la zona del país. Las hay de todos los tamaños y colores. La llaman concha por el dibujo que tiene, como de «concha marina».
A partir de participar en la primera manifestación del 12O «nada que celebrar» en Santiago de Compostela, conocí a mucha gente migrante, entre ellas a Kar M, una mexicana activista que vive en Vigo. Ella llevó comida típica de nuestro país (incluyendo unas deliciosas conchas), para compartir entre lxs asistentes a la marcha. Me sorprendió que llevara esos panes y que además estuvieran tan deliciosas. Me comentó que las hace una paisana que también vive en Vigo.
Hace unas semanas debía ir a Vigo, así que busqué a la autora de esos panes deliciosos, se llama «Me late chocolate» y las hace «sobre pedido». Le encargué ocho conchas pensando que eran muchas para dos personas. Descubrí que no, que le pude pedir el doble y aún así serían pocas, estaban riquísimas. Gracias por hacerlas.
Las conchas son muy especiales para mí, porque dentro de su dulzura, caben todos los recuerdos. Hace casi un año que estuve en México y pasé por «la Flor», volví a llenar la bolsa de papel con conchas de todos los sabores y tamaños, y fui a casa de mi abuela a comerlas, solo que sin mi abuela, porque acababa de morir unas semanas atrás. Unos panes encima de un plato y un nescafé calientito, por un momento hicieron que volviera de entre las muertas.
Augusto Metztli.
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