Más de 60 migrantes murieron tras naufragar la embarcación de madera en la que navegaban intentando alcanzar las costas europeas. La playa de Steccato di Cutro, un pequeño pueblo de 450 habitantes en la región de Calabria amaneció llena de cadáveres el pasado domingo.

Estamos acostumbrados a ver este tipo de imágenes y a leer noticias como esta. Sinceramente, no creo que nos importe mucho que miles y miles de personas se jueguen la vida para llegar a una Europa que los rechaza. Porque no nos engañemos, no los queremos cerca. Empatizamos con los ucranianos porque son blancos y se nos parecen, de hecho, pensamos que podríamos ser nosotros. ¿Qué pensaríamos si nuestras playas se llenaran de cadáveres de piel blanca y ojos claros? ¿Cómo actuaríamos si los que mueren ahogados no fueran parias provenientes de África o Asia? ¿Se tomarían medidas de acogida y asilo más eficientes y con mayores coberturas? ¿Se perseguiría a las mafias? ¿Se dificultaría -como se hace ahora- el trabajo de las ONG y de los barcos de rescate? ¿Mediríamos el drama con valores diferentes?

Es terrible, vergonzoso, inhumano. Que sigan muriendo personas en cualquier mar, territorio o frontera es simplemente inaceptable. Todos esos muertos tenían sueños, seguramente muy parecidos a los tuyos o los míos. En el fondo, lo que queremos es vivir en paz y lo más lejos posible de la miseria, queremos dejar de ser la escoria de la que se alimentan los carroñeros.

Fernando Prado.

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