Ya está aquí otro 14N tan frío y azul como siempre. El tema de “la celebración” para este año es: Acceso a la atención de la Diabetes.

No quiero imaginarme cómo es vivir con esto en países donde la sanidad gratuita y la educación para su tratamiento no están al alcance de todxs, y por eso, a pesar de, me siento muy afortunada.

Tampoco quiero quejarme aquí y ahora de cómo me trataron algunxs por vivir con diabetes desde que una pandemia nos trastocó la supuesta normalidad en la que creíamos vivir.

Y mucho menos quiero que me llamen super heroína con antifaz y capa azul por tener que estar pendiente de esta enfermedad in-visible las 24 horas del día.

No quiero que me digan que puedo hacer vida normal, cada vez que escucho eso me repatea más. Pero tampoco quiero que me rechacen por mis desniveles glucémicos-emocionales, ni mucho menos que me obliguen a hacer ciertas cosas por lo que indique un número puntual o las falsas creencias que flotan en la sociedad.

Quiero que sepan que el círculo azul nunca será un círculo perfecto… ni azul. El círculo a veces se rompe y se esconde, te marea y te duele, te debilita y te fortalece, porque todo sube y baja, a veces a su antojo, por mucho que cada unx queramos/sepamos controlarlo. Creo que en vez de circular debería de representarnos una figura más ondulante como una serpiente emplumada o algo así.

Porque a veces, dentro de todo este rigor vital y científico, necesitamos un poco de libertad y flexibilidad que con autoconocimiento es posible, para dejarnos ser a cada unx como realmente somos, con esto que nos une que es mucho más que unos cuantos piquetitos diarios y un extra de decisiones entre carbohidratos, unidades, actividades e incalculables emociones.

Sigamos caminando, bailando y soñando sin círculos azules ni lacitos en la solapa ni números identificativos, mejor con paseos de mar, manzanas musicales y abrazos sonrientes.

Marthazul.

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