
El acceso a la educación en diabetes es el tema para celebrar este 14 de noviembre.
Puedo decir que soy una afortunada por haber tenido durante muchos años, a varias enfermeras educadoras de diabetes. Con Luz y Ángeles aprendí bastante, con la primera bruscas novedades y con la segunda constantes cuidados; luego con Ana y Alina, el sistema me privó de sus consultas, pero siempre con buena atención para repartir recambios de materiales.
Vuelve a ser el día del círculo azul, que con el tiempo (más de tres décadas) para mí dejó de ser la ilusión de esa figura perfecta que muchxs se imaginan.
Me di cuenta de que ese círculo se convirtió en una nube azul, blanca, gris, rosa, naranja, violeta… Que con sus infinitos matices, se transforma y pasa de cúmulos a cirros o estratos a su antojo, según sople el viento de la vida y los cambios de la luna. Sigo afirmando, por haber experimentado literalmente en mi propia piel, que las superconexiones clavadas no van conmigo. Tanta tecnología, supuestamente precisa, no me facilita la vida, si no todo lo contrario. Seré la excepción que cumple la regla, seré la 1ª en haber rechazado ese último modelo que fue un sinvivir, tanto para mí, como para la gente muy cercana. Seré de las pocas a las que lo único que no le molesta es tener que pincharse los dedos. Seré… Soy.
Tuve acceso a educación, porque supuestamente es un derecho que a veces parece una orden. Vivir con diabetes supone muchas obligaciones, pero derechos apenas nos conceden, y si no, búscate la vida, en cualquier aspecto. Está bien que haya personal que eduque, porque se sabe muy bien la teoría, pero estaría mejor que quien pretende enseñar, supiera escuchar con empatía a quien le cuenta su día a día viviendo con esta epidemia silenciosa, donde esa teoría de la que tanto hablan, se descoloca entre ruidos, tristezas, alegrías, contaminación y demás emociones. Las bombas y los sensores hacen cálculos matemáticos muy precisos con cantidades de raciones de carbohidratos y dosis milimétricas de insulina, pero no hacen cálculos emocionales, y ahí es donde todo su sistema no encaja conmigo, y a veces no me queda más remedio que aplicar mi propio autoconocimiento de añadir la dosis emocional a la regla de tres.
Quienes creen educarnos, y familiares cercanos, también te dicen frases ofensivas e insultantes como las que tuve que escuchar hace años, hace meses, hace días: “Esto no se arregla con brujería… Vete al psicólogo porque acaban de descubrir que las emociones os afectan… Debes de pensar un poco más en tu diabetes… Ya estoy cansada de aguantarte… Eres una mística”.
Por el temblor de mis piernas y demás sensaciones, me doy cuenta de que las emociones fuertes me afectan. Soy consciente de eso desde el año 1995, echen cuentas si tanto les gusta calcular, y piensen la solución mágica para meterme en el círculo. Quienes sí me conocen saben que pienso, quizá demasiado, en mi diabetes. Y más cansada estoy yo de soportar tantas injusticias sociales, con sus respectivos altibajos glucémicos, y por ello no cobro nada.
Ellas de 8 a 3pm se creen las conocedoras de todo, algunas hacen lo que pueden, otras lo que alcanzan a saber creyendo su verdad absoluta. Ya para las 24hrs nos autocuidamos nosotras, haciendo equilibrios entre nube y nube.
De la brujería y el misticismo, ahora no diré más. Mejor me perderé buscando un conjuro.
Marthazul.
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