Hace muchos años, siendo un ciudadano ilegal de España, un inmigrante ilegal más, de esos que no le gustan a Rajoy o a Rivera, un mexicano perdido en una pequeña ciudad de Galicia, aún así, ya podía alquilar películas. Dicen que la ilegalidad se lleva mejor con una buena película, palomitas y gente querida a tu lado.
Estévez, la cadena galega de alquiler de películas, el videoclub de siempre, ha cerrado después de más de 30 años de acercar el cine a los habitantes de media comunidad autónoma. Se veía venir, pasaba el tiempo y su concurrida sala con películas cada vez era frecuentada por menos personas, nosotros lo vimos, percibimos como disminuía paulatinamente, en ocasiones hacíamos eco ahí dentro.
Estamos convencidos de que comprando hacemos política, por eso nos aferramos a NO comprar libros, películas o discos en Amazon, seguimos consumiendo en el barrio, los libros y demás artículos de papelería en la librería de toda la vida, el pan en la panadería de panes deliciosos e imperfectos, las películas en el videoclub, las verduras en la plaza del mercado, las infusiones y el té en la Tetereta, las legumbres y cereales a granel, los helados en el kiosko. Sabemos que pecamos de optimistas e ingenuos, porque el pequeño comercio de barrio no lo tiene fácil.
Así es, se va acabando el tiempo de la magia, como la que había en pasarse media hora mirando carátulas de películas, leyendo el reverso, escuchando los: ya la vi, ya está alquilada, qué buena película, me encanta ese actor, que gran actriz, ¿recuerdas aquella película donde…?
Hace unos días, por la tarde, pasamos al videoclub y la verja estaba bajada, había un cartel afuera del videoclub Estévez que decía: CERRADO – disculpen las molestias- este negocio se une a otros tantos que se han visto en la obligación de cerrar sus puertas… FIN.
Gracias por la magia.
Augusto Metztli.
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